Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

Bienvenidos a mi blog. Todas las imágenes y los textos del blog son de mi única y absoluta autoría para el disfrute de quien sepa apreciarlo.

(Para quienes sólo quieran ver mis obras pictóricas, las encontraréis aquí http://raultamaritmartinez.blogspot.com.es/ )


viernes, 25 de noviembre de 2016

La esfera

Sharha acudió a la llamada de su mascota Orbth. Enseguida vió porqué se mostraba inquieta. Una esfera luminosa flotaba a unos centímetros sobre la piedra del camino hacia la Puerta del Adiós. Nadie que la atravesaba volvía. Pero ahora, la esfera había entrado y palpitaba como si esperara algo o a alguien. Sharsha la cogió con cierta curiosidad entre sus manos. Miró el interior translúcido y arqueó las cejas. Una cuenta atrás cambiaba de color y pasó del 58 rojo al 57 azul y al 56 amarillo...

Miró a Orbth que le devolvió la mirada con el ceño fruncido y un gesto de negación.

Sharha decidió esperar y cuando faltaban 12 segundos se cansó y dejó la esfera en el suelo. Dio media vuelta y empezó a andar de regreso a sus tareas. Pero se detuvo. 9, 8, 7... Miró a Orbth. Orbth le miró a ella. 4, 3, 2... Ambos miraron la esfera. 1, ¡cero! Quedaron hipnotizados con la mirada fija en el centro luminoso de la esfera. Pero no pasó nada. Sharha y su mascota se retiraron decepcionados. 

No era la primera ni sería la última vez, que la expectativa de que algo sorprendente va a suceder, les defraudaba hasta la agonía.



lunes, 21 de noviembre de 2016

Emparedado

Le despertó la luz. Una luz tenue que tímidamente le acariciaba la barbilla.

Se tomó tiempo en comprender dónde estaba, en intentar mover los dedos de las manos y los pies, pero no le obedecían.

Comenzar a respirar le hacía daño y al hacerlo emitía un prolongado gemido.

Estaba aprisionado entre dos paredes. La que se levantaba frente a él, que simulaba grandes piedras macizas, se había desmoronado en parte y sintió frío.

No recordaba nada. Pero al cabo de unas horas, súbitas imágenes invadían su memoria. ¡Él era el faraón! y su sumo sacerdote le había condenado al olvido.

Removió agónicamente el cuerpo hasta liberarse y cayó al suelo. Observó el recinto. Un pasillo frente a él estaba abierto y se arrastró hasta la salida. Unos ruidos inimaginables le inundaron los oídos. Afuera, rugían demonios, bestias que le sobrecogían de miedo. Se puso en pie y comenzó a andar arrastrando la poca carne que aún quedaba pegada a los huesos. La fuerza del sol le cegó y un griterío creció a su alrededor mientras los turistas disparaban sin cesar sus cámaras frente al Templo de Debod en Madrid.


viernes, 18 de noviembre de 2016

Lycan

Lycan, mi nombre, ha sido objeto de burlas en todas las etapas de mi vida. Pero nunca me ha importado. Mi misión era tan importante como que la luna estallara de sol. Al cumplir los 33 años, una convicción sin fisuras me dictó que era el momento y activé la secuencia que miles de satélites transmitirían por todo el planeta.

El gen que escondía la esencia de la licantropía se hallaba dormido en los portadores, ignorantes de su realidad. Un colectivo amplio, seres humanos, aparentemente normales, diseminados por todos los ámbitos de la sociedad.

La Humanidad sería aniquilada en cuestión de horas, de días. Y el virus que lo conseguiría estaba en casi todos los hogares. 
Los elegidos comenzaron bruscamente su transformación y el cambio era insoportable hasta que dejaban de ser ellos mismos. 

A partir de ahí, los colmillos y las garras se cubrieron de sangre y el planeta se detuvo, masacrado por el terror y la destrucción.

Sin embargo, desde mi atalaya de suficiencia, jamás valoré que la fuerza desatada se volvería también contra mí.

Al constatar que yo no mutaba entré en pánico. Me di cuenta de que me había convertido en una víctima más. Y que los enloquecidos licántropos que aplastaban ahora mi puerta, jamás sabrían que quien desgarraban en sus fauces, era su patético creador.



domingo, 13 de noviembre de 2016

Lágrimas de sangre

No podía llorar más. No le quedaba llanto. Ahora solo le quedan lágrimas en el alma. Lágrimas de sangre...



viernes, 11 de noviembre de 2016

Ceguera parcial

César estaba ciego. O él creía que lo estaba.

Ningún informe médico lo corroboraba, sin embargo él aseguraba que no veía nada. Nada, excepto las imágenes reflejadas en los charcos, en el agua que cubría las superficies horizontales. Ni siquiera las imágenes que los espejos mostraban conseguían excitar sus bastoncillos, las células más anárquicas de todo su cuerpo.

Tras la lluvia, recorría las calles y los parques empapándose de las imágenes del mundo que se proyectaban en el suelo, como en una pantalla de cine.

En esas placas acuosas conoció a su mujer. Le enamoró su sonrisa, sus ojos fluctuando en ondas de seda. En esas superficies plateadas aprendió a leer con letras inversas. Y cuando la angustia de su aislamiento visual le superaba, era en el agua mansa de un estanque, de noche, donde su corazón normalizaba sus latidos, contemplando las luces de la ciudad sumergida, las farolas y semáforos que se hundían, los brillos ahogados en la superficie del agua. Eran para César, la manera de ver el espectáculo del cosmos, la contemplación aproximada de las estrellas, de la luna. La manera de sentirse vivo hasta el llanto, de quererse un poco hasta su muerte.

Incandescencia en la noche - fotografía

martes, 8 de noviembre de 2016

Portal celeste

De vez en cuando tienes la suerte de ver una gaviota volar sobre tu cabeza y sus alas incendiarse al amanecer con destellos dorados. 

O de mirarte en los ojos de tu perro y emocionarte al descubrir en ellos el amor ondeando en sus párpados acuosos.

O de sentirte estallar de felicidad cuando las manos perfectas modelan en tu cuerpo el ser que quieres ser el resto de tu vida.

De vez en cuando tenemos la suerte de mirar a lo alto, y sobrecogernos al ver una puerta recién abierta en el cielo.



domingo, 6 de noviembre de 2016

Engrudo humano

Shinsa recordaba haber oído de un tiempo, en que las personas se movían como enjambres, en masas informes, hacia las fábricas. 

Iban y venían como manchas de petróleo resbalando hacia agujeros negros que respiraban por chimeneas.

Oyó decir que con el paso del tiempo, la gente se deshizo del engrudo que cubría sus cuerpos y sus mentes. Abrieron los ojos a una nueva realidad, en la que descubrieron que había otra forma de vivir.

Fuera como fuese, Shinsa no se imaginaba nada que no se pareciera a ver la silueta de otras personas arrastrándose en la oscuridad, sin rumbo, que no fuera arrastrar los pies desnudos sobre la grasa y el barro, sin nada en el estómago que vomitar, ni en la imaginación para soñar...