Recorriendo las calles envueltas en las penumbras de la noche, el eco de los pasos se perdía entre esquinas, apenas iluminadas por las farolas cansadas de ahuyentar sombras. Las que, agazapadas en los portales oscuros, nos observan pasar, sin decir nada, con la frialdad de una presencia que no perteneciera a este mundo.