Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

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viernes, 14 de abril de 2017

ADVENIMIENTO

Ocurrió en la noche de primavera del año 0.

La lluvia iluminó la noche y entre sus gotas caían engarzadas las semillas doradas que les dió de comer durante 600 generaciones.

Cada aniversario, todo el pueblo esperaba, mirando al cielo, que se repitiera el milagro y que otro regalo les hiciera aún más felices.

Aquél aniversario se palpaba en el aire la certidumbre de que algo especial iba a ocurrir. Así que todas las miradas, todos los rostros se alineaban hacia la bóveda celeste, con la boca entreabierta, los manos entrelazadas y la respiración tensa en la garganta.

Se quedaron toda la noche esperando. Algunos empezaron a irse temprano y el goteo no cesó hasta que solo quedaron Asfon y Grugen en la explanada adornada de flores. Agotados, con la nuca dolorida, pero rebosantes de fe. 

El alba asomaba tímidamente sus deditos amarillos. 

Contenidas en los párpados, las lágrimas rodaron por sus mejillas. Ellos eran los únicos que tenían la suficiente fe como para darse cuenta de que el milagro se había obrado una vez más: como cada día, el sol se elevaba sobre las montañas e irisaba la mies que rodeaba por completo la aldea, como un manto áureo de amor y vida.


Advenimiento - ilustración digital

VÍCTIMA MÚLTIPLE

Jash era un asesino. Algo peculiar, pero un asesino.

La primera vez que mató a Elisa fue la Nochevieja del 68.
Era la cajera del supermercado de su barrio. 

Cada vez que Jash coincidía con ella al pagar la compra, Elisa le miraba de forma burlona, o se mostraba grosera con él, o descortés, o le explotaba globos de chicle en las narices.

La odiaba. Jamás había odiado a nadie más en el mundo.

Un día, decidió seguirla para averiguar dónde vivía.

Y en la Nochevieja, cuando regresaba de festejarla con sus amigas,  en un tramo solitario del parque, la abordó ataviado con un disfraz y máscara de diablo.

Le obligó a desnudarse para humillarla mientras le relataba los motivos por los que iba a matarla. Elisa no paraba de llorar y suplicar.

A la mañana siguiente un corredor descubrió el cadáver.

Jash pasó la peor noche de su vida. No salió de su casa durante tres interminables días.

Al fin, muerto de miedo, entró en el supermercado. Temió que todos le reconocerían como el asesino de Elisa, pero nadie le prestó atención. Compró leche y pan y se puso en la cola de la caja tras cinco clientes. Le temblaban las manos. Cuando casi llegaba su turno, se fijó en la cajera y se mareó. Una rubia que masticaba chicle despachaba a una señora y de repente se le quedó mirando. ¡Era Elisa! ¡Imposible!

Elisa volvió a tratarle con desprecio y Jash planeó y ejecutó su muerte desde aquel día cientos de veces más. Hasta que ya no le quedaba odio, ni rencor. Y una noche, cuando Elisa gritaba de terror esperando que el hacha cayera sobre ella, Jash, agotado, dejó caer el arma al suelo de la cocina, y se sentó en las baldosas murmurando: "No puedo más".

Elisa había dejado de gritar, se agachó frente a él, le levantó la barbilla con el índice, le miró a los ojos con odio y le preguntó:

  -Entonces, ¿no me vas a asesinar más veces, pedazo de mierda?

Jash lloriqueaba y la miró. Apenas vio caerle el hacha en la frente una y otra vez.

A la mañana siguiente, Elisa estaba trabajando en el supermercado. El uniforme ocultaba la sangre seca de Jash que aún salpicaba su cuerpo. Miró hacia la puerta y empezó a reír a carcajadas salvajes.

Jash estaba de pie en la puerta de apertura automática, que rebotaba contra su cuerpo, con el hacha hundida en la cabeza y una enorme sonrisa en su cara de gilipollas múltiple.


Víctima múltiple - ilustración digital