Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

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sábado, 25 de mayo de 2019

Sol licuado

Descubrieron que el Sol no era sino una bola de energía que alguien o algo hacía funcionar con un mecanismo de perfecta precisión. Al igual que la luna, igual que el manto de puntitos luminosos que se desplegaba sobre sus cabezas cuando la bola solar se ocultaba en el horizonte.
Durante mucho tiempo, muchos se preguntaron el porqué la luna y el disco solar se veían del mismo tamaño en el cielo. La realidad no era como nos la contaron.
Ahora algo estaba fallando. La bola solar se derretía dejando ver alarmantes chorros incandescentes que caían más allá del mundo conocido.
Y ellos querían huir lejos, a pesar de estar convencidos de que intentar escapar de aquella incomprensible realidad no era mas que otra gran mentira.

Sol licuado-29,7x21cm-Lápiz carbón



Yira, un amor diferente

Yira estaba fascinada con la inusual belleza de Muno. Ese color verduzco en la piel le hacía irresistible, original, único. Y el cráneo estilizado, ascendiendo desafiante hasta las nubes, su ojos mínimos, casi dos motas de polvo en el aire que creaban una extraña y agradable sensación de entrañable inexistencia. Pero sobre todo le atraía de él su silencio cuasiperfecto. Nunca decía nada excepto en raras ocasiones. Una fue durante la celebración del final de la década de los 90. No fue nada, un monosílabo apenas, pero ¡qué monosílabo! Yira al escucharlo se deshizo como un terroncillo de estiércol. Dijo: "Pu". ¡Pu! Qué gracioso, y sobre todo, qué ingenioso. Estaba claro que admiraba a ese hombrecillo insignificante pero de corazón grande que la miraba con indiferencia y asco cuando ella abusaba de su cercanía.
Por su parte, el callado y deseado Muno, no podía negar que estaba enamorado de Yira. Para él una diosa, un ser excepcional que le hacía sentir importante y especial, a pesar de que él mismo reconocía su propia nadería. De ella admiraba su poderoso físico. ¡Cuántas veces le costaba hablar para suplicarle que aflojara un abrazo, o un beso que le presionaba los dientes hasta casi hacerlos sangrar!, su pecho robusto adornado por dos rasposos bultos con un botón sonrosado en el centro que al tocarlos cambiaban de color y se iluminaban. Adoraba la sensación de seguridad que le proporcionaba flotar a su lado.
La parejita era la envidia de los parecidos. Así que, inevitablemente, decidieron compartir sus destinos y adquirieron dos cuerdas a orillas del mar para colgarse unidos blandamente de los pies y compartir vistas hasta donde la desidia y el aburrimiento les permitiera. Eso sí, ellos esperaban que esa felicidad durara muuuuuucho tiempo.

Enamoramiento-ilustración digital