Un perro siempre espera algo bueno de ti, tu mejor versión, y por eso te mira con esos ojos de profundidad infinita, de confianza sin límites, de amor incondicional.
Por eso, cuando traicionas esa confianza, cuando le haces daño, cuando lo maltratas o le abandonas, o desatiendes su cuidado, nunca tiene una mirada o un gesto de reproche. Más bien al contrario. Es entonces, cuando te mira con esa intensidad de inquebrantable fe en que acabarás amándole como él te ama, que acabarás siendo para él, el Dios que siempre ve en ti.
Raúl Tamarit Martínez - La captura - ilustración digital
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