Le dolía decirle adiós. Con sus manos, que parecían alas blancas de ángel agonizando al viento. Nunca volvería a verle. Sin embargo, algo le decía que era mejor así. Que era mejor vivir alentando en su interior el esplendor de un imperecedero recuerdo, que asomarse algún día al abismo del dolor, al desolador desconcierto de no saber como reconstruir con exactitud un amor que se ha roto.
Despedida - ilustración digital |
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