Aquél atardecer tocaba viejas melodías con la guitarra en un lugar apartado de su casa. Se sentía protegida bajo un frondoso árbol, en lo alto de una loma. El otoño cortaba uno a uno los tallos de las hojas que caían sobre ella en espirales rojas, amarillas, naranjas, que los rayos del sol poniente irisaban en un festival de luces. Desde allí veía el jardín de su casa, edificada entre una espesa vegetación. Le esperaba un ramillete escogido de fieles amigos que acudieron a su llamada.
Bajó la loma y cuando llegó hasta el jardín todos la rodearon en silencio mientras ella tumbaba boca abajo su guitarra sobre el túmulo de piedra que había levantada frente al pozo decorado con guirnaldas, y la bordeó solemnemente de rosas.
El funeral de su guitarra.
Merecía su propio ritual. Fue fiel compañera toda su vida. Porque Eleanor se abrió al mundo el día en que alguien puso esa guitarra en sus brazos como a un recién nacido.
Todos elevaron sus copas en señal de respeto y esperaron a que ella apurara el champán para secundarla sin pronunciar una palabra. Eleanor arrastró las hojas muertas del jardín con la cola de la bata en su camino hasta el portal de la casa, cruzó el zaguán y subió las escaleras hasta el ático abuhardillado. Allí le esperaba su joven amante, tembloroso. Se sentó a su lado, a espaldas de la ventana por la que entraba a chorros el sol del atardecer. A contraluz, Eleanor le hizo al muchacho un gesto convenido y él, con la cabeza gacha, sollozando, sacó el cuchillo de su funda de cuero. Le cortó las muñecas de piel translúcida profundamente. Unió sus labios repletos de lágrimas a los de ella que se tornaban pálidos, como si se transmutaran en nube, o en ceniza, o en alma.
La sangre que caía empapó los tablones a sus pies, recorrió como una cascada la escalera y anegó deshecha en hebras el jardín, arrastró hojas multicolores, pétalos indolentes, ascendió hasta el túmulo donde la guitarra dormía, donde el viento tañía caprichosamente los bordones poniendo banda sonora a la muerte de la tarde…, a la muerte de Eleanora…, a la muerte del amor eterno.
Que historia tan triste. El funeral de la guitarra encarna la muerte de Eleonor, como personalización del amor.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy bueno nene! eres la repanocha!! ;-)
ResponderEliminarAsí es Ana, la muerte de todo lo que había sido su vida. Si, es una historia muy triste. Nació de un sueño y me desperté sobresaltado. Saludos guapa.
ResponderEliminarGracias Nuria, mi nena :-D
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