Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

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martes, 27 de septiembre de 2016

Después de la pelea

Héctor acostumbraba a huir desde niño. Le asustaba el run-run de alguien acechándole, oía gruñidos de perros y lobos a su alrededor. 

Los gritos y amenazas contra él le obligaban a esconderse, a ocultarse en las alcantarillas, en las cuevas, se perdía en las montañas durante días y meses, se alimentaba de raíces y bayas, de los restos de animales que encontraba en las madrigueras y al pié de los acantilados. Siempre huyendo, dando la espalda a las amenazas. Entraba en edificios vacíos y seres informes le perseguían incansablemente rugiendo a sus espaldas.

Una tarde que caía roja sobre su piel sudorosa, mientras corría sobre las sombras de una carretera abandonada, perseguido por una jauría de ruidos escalofriantes, jadeando al borde del desmayo... algo ocurrió.

Detuvo su carrera aminorando el paso. Se paró en la noche, bajo la luz nacarada de la luna, mirando al suelo. Relajó todos los músculos de su cuerpo y se giró lentamente. Los ruidos, los rugidos, los gritos cesaron. Visualizó una enorme figura compuesta de indefinibles y horribles formas que alzó sus garras contra él. Pero Héctor ya no le temía. De pronto se dio cuenta de que el miedo que sentía había destruido su vida. Y decidió disfrutar de su epifanía: enfrentarse a la realidad.



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