Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

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jueves, 1 de noviembre de 2018

Desasosiego

Tu mirada la paseas por todas las cosas. Sigues sumida en tus pensamientos, los de ahora, los de antes. Las cosas que recuerdas te preguntas si fueron reales, o solo son fruto de tu imaginación. El camino a la cocina lo recorres sin pensarlo, te haces un café y te lo llevas al comedor. Te ves de pronto reflejada en una vitrina. ¡Qué frágil mueble! ¡qué frágil contenido! Haces un paralelismo entre tu vida y aquel endeble armatoste.

Desasosiego - 29,7x21cm - pastel y creta
Primero fueron tus padres, después tu hija y tu marido. Demasiadas pérdidas, demasiado dolor. Cayeron sobre ti como martillazos. Sin tiempo para recuperarse de uno, caía el otro implacable.

El silencio que te rodea ya es insoportable, y el brillo de la mesa de cerezo bajo tus dedos resecos, también.

El primer sorbo de café te hace estremecer. Por un momento piensas ¿y si fuera el último café? O el último latido...

Por el ventanal entra la luz cálida del atardecer. Lanzas un suspiro de alivio por Mira, tu querida gatita. La vecina la adora y no ha tenido inconveniente en quedársela un par de días. Mientras se lo pedías, intentaste que no notara que para ti, en este momento, no hay diferencia entre un par de días o un par de vidas.

La maleta lleva una semana preparada. Tienes la absoluta certeza de que debes romper con el pasado para sobrevivir, y crees haber encontrado la forma: huir, huir lo más lejos posible, donde nadie te conozca, ni nadie te traiga recuerdos.

No te molestas en llevarte la taza de café vacía a la cocina. El teléfono móvil lo has borrado varias veces. Un reseteo duro. Nada del pasado. Coges las llaves del coche. Cierras la casa con llave y dejas una copia en el buzón de tu vecina. Sales a la calle y en el portal te paras un instante. Le echas un último vistazo a la calle donde has vivido tantos años. Te subes al coche, giras la llave del contacto y cuando agarras el volante para salir te detienes y rompes a llorar.

Así te sorprende el sol de la mañana, apoyada en el volante, con la cabeza entre los brazos. Los cristales del coche empañados te crean la impresión de estar en otro mundo, en ninguna parte, quizás muerta.

Arrastras la maleta de nuevo hasta el ascensor y entras en tu casa. Por alguna razón la ves diferente, como si fueras una extraña. Y te impacta descubrir que eso es exactamente lo que está pasando. Has experimentado una catarsis que te ha convertido en otra persona, dispuesta a reconstruirse a sí misma una vez más.

Nada menos.



Raúl Tamarit Martínez


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