Shinsa recordaba haber oído de un tiempo, en que las personas se movían como enjambres, en masas informes, hacia las fábricas.
Iban y venían como manchas de petróleo resbalando hacia agujeros negros que respiraban por chimeneas.
Oyó decir que con el paso del tiempo, la gente se deshizo del engrudo que cubría sus cuerpos y sus mentes. Abrieron los ojos a una nueva realidad, en la que descubrieron que había otra forma de vivir.
Fuera como fuese, Shinsa no se imaginaba nada que no se pareciera a ver la silueta de otras personas arrastrándose en la oscuridad, sin rumbo, que no fuera arrastrar los pies desnudos sobre la grasa y el barro, sin nada en el estómago que vomitar, ni en la imaginación para soñar...
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