Al día siguiente, subió los cuatro escalones de la escuela con el cuerpo muy recto, el gesto serio, ajustándose la mochila en la espalda.
Esa mañana llamaron a su padre.
Un grupo de niños habían acorralado a Vicent y le habían golpeado.
Mirada de león-22,9x30,5cm-Lápiz grafito, carbón y pastel blanco |
Después del papeleo con la directora, llegaron a casa y el padre sirvió la comida en silencio. Ambos se observaban mientras comían. Cuando acabaron, el padre miró directamente a los ojos de Vicent. El niño se irguió, se repasó con la lengua el corte que le nacía en el labio y empezó a esgrimir una sonrisa. Su padre también comenzó a sonreír y enseguida rompieron a reír a carcajadas. Cuando se calmaron, Vicent miró fijamente a su padre para mostrarle algo que ambos ya sabían. Que Vicent superaría aquella situación. En su miraba brillaba una energía especial, una suerte de poder que sobrepasaba los límites de lo corriente. Y el padre lo sabía.
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