La madre acunaba a su bebé susurrándole canciones al oído. Pero el niño solo dejaba de llorar cuando ella se cansaba de cantar antiguas melodías infantiles. Entonces, cuando el niño se dormía emitiendo carraspeos de viejo, ella lloraba en silencio.
Su bebé rompía los móviles de animalitos revoloteando sobre su cabeza, despreciaba la leche que goteaba de los pechos de su madre y lamía con salvaje deleite las pequeñas gotas de vino que su padre salpicaba sobre la mesa al servirse durante la comida. Nada de juguetes convencionales, nada de compañia de otros bebés, nada de mimos ni carantoñas. Escupía los potitos, vomitaba los jarabes, sacaba con sus propias pequeñas manitas puñados de caca remansada en su pañal y dibujaba con ella en las paredes de su cuarto, poniéndole bigotes malolientes a Campanilla, o gafas de mierda a Pluto. A nadie le cupo duda de que era un niño especial. Y menos aún a su aterrorizada mamá...
Que miedito!!!!! Y que asquitooo!! Jejeje
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