Fernando estaba asqueado. Asqueado de tanto político corrupto, de tanto jefe explotador e incompetente, de tanto abusador, de tanto borracho baboso, de tanto estafador, de tanto currante de pacotilla, de tanto juez prevaricador, de los putos mentirosos, de tanto cabrón sin pizca de empatía por el sufrimiento ajeno, de tanto aprovechado, asqueado de tantos asesinos, violadores, pederastas...
Fernando estaba tan asqueado que no ha podido aguantar en su casa quieto. Gozaba de un permiso de salida de la cárcel de 4 días gracias a la muerte de su padre. Ese cabronazo. Por la mañana acudió al sepelio acompañando a su madre. Más que nada, fue para asegurarse de que lo enterraban. Incluso le pidió a un operario que le dejara echar unas paladas sobre el féretro.
Paseo nocturno |
Esa noche le haría una visita a su ex. Había averiguado dónde se escondía con su nuevo maromo. Le daría un buen susto y después la dejaría tranquila una temporadita, para que se confiara.
Fernando estaba asqueado, asqueado de aguantar a tanto mamón corrupto en el gobierno, pero más asco aún le daban esos tíos prepotentes y forrados de pasta que le restregaban su chulería subidos en esos cochazos de mierda con sus pibas de mierda.
Le dió una patada a la lata de cerveza al acabarla, meó en un seto mientras chupaba el pitillo y miraba de reojo al fondo de la calle. La comisaría parecía poco activa aquella noche. Escupió al suelo y se ajustó la chupa. Esta noche les daría su autógrafo a esos polis que no paraban de tocarle los cojones. ¿Cuánto asco puede aguantar un hombre de verdad antes de reventar?
Fernando estaba muy asqueado, más asqueado que nunca, aquella puta noche.
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