Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

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sábado, 28 de abril de 2018

Se llamaba Gloria

Se llamaba Gloria. Murió de pena.
¡Era tan bella recién nacida,
brillaba tanto en la basura!
Creció entre golpes y estropajos,
aferrada a la vida,
entre escobas y llantos.
¡Tenía tan fresca la mirada,
iluminaba tanto su sonrisa!
Parió sin descanso, crió sin respeto,
y su cuerpo destrozado
acabó un día de lluvia sobre el fango,
seco.
Se llamaba Gloria. Vivió de paso.
¡Era tan bella, era tan hermosa!
¡Gloria, la llamaban!
Aunque murió de pena.
¡Y de espanto!

Raúl Tamarit Martínez - Pena - 29,7x21cm - lápices


viernes, 14 de octubre de 2016

Clara la soberbia

Clara la rompecorazones, la más bella criatura sobre la Tierra, la de los ojos de gacela... no tenía amigos. Las chicas porque las despreciaba, los chicos porque acababan con el corazón roto y sangrando en las caballerizas de palacio.

La soberbia de Clara no tenía límites, ni se parecía a ninguna cosa que nadie hubiera visto jamás en un ser humano. Se sentía tan orgullosa de sí misma que se llegó a interesar por el espejo del que todo el mundo hablaba. El espejo que reflejaba la auténtica y completa belleza de quien se miraba en él.

Muchas mujeres de lejanos rincones del mundo hablaban maravillas de él. Se quedaron fascinadas de lo que vieron y su satisfacción la predicaban a la rosa de los vientos.

Clara acudió con su matrona al castillo de la bruja que lo protegía en lo alto de la torre, cubierto por finas telas de seda negra y azul.

La bruja le recitó los avisos de rigor, pero Clara la apartó con la mano y subió las escaleras ansiosa. La matrona llegó resoplando justo a tiempo para ver a Clara sentada frente al espejo, en camisón, con el pelo suelto cayéndole en cascada por la espalda.

Clara pellizcó la tela de seda y la tiró al suelo. Emitió un quejido y enmudeció.

La matrona miró sobre el hombro desnudo de Clara la imagen que devolvía el espejo y un chillido de terror rasgó su garganta.

Clara sin embargo, pareció reconocerse en él. Se pasó la mano por la cara, se emocionó observando las membranas nictitantes en los ojos y al sonreír, sus dientes brillaron como cuchillos a la luz de las velas.