Apenas unas pocas estrellas taladraban el terciopelo celeste, oscura ala de cuervo.
Flotaba en el aire la bruma, la niebla, la llovizna persistente de lumínicas y ciegas luciérnagas.
Se asentaba la fosforescencia sobre sus hombros, sobre su pelo y sus ropas como ingrávidos mantos de polvo radiactivo.
Sus fantasmales figuras fueron desapareciendo con paso cadencioso envueltos por la negrura, cogiéndose apenas de los dedos, pellizcándose las puntas de los guantes de seda mientras el eco de sus risas morían tristes a los pies del resplandor que parpadeaba en la cresta de las montañas.
Ilusiones - ilustración digital |
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