
Cada día piensa que no puede seguir adelante, que ese será el último que aguante. Le brillan los ojos cuando alguien le devuelve la mirada. Pero es un espejismo. Sigue sentado, soportando el traqueteo de los baches, y como tantos otros apoya la nariz y la frente en el cristal y aprieta los dientes hasta que escucha el crujido del hastío.
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