Las dos gaviotas se posaron sobre las chimeneas como si las poseyeran. Las vi tranquilas, pensativas, observando, con la brisa removiéndoles levemente el plumaje. Me sentí por un momento una de ellas, apoyado en el balcón expectante, mirando la línea del horizonte, esa que forman un combinado de tejados, antenas, ropa tendida y las montañas añil a lo lejos, diluyéndose en la distancia. Una giró el cuello para mirarme unos segundos. Imaginé que me decía: "¿No es hermoso?" Volví a quedarme prendado de la luz que arropaba todas las cosas y pensé: "Sí, lo es".
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