Apretó con dureza la cara de Laura con la mano mirándola con desprecio. Laura temblaba de frío. Era pleno invierno. Pedro se aseguró de llevar la cartera en la chaqueta, cogió las llaves del coche y en el quicio de la puerta la voz de Laura le detuvo:
-Pedro...
Él la miró de soslayo y se fué dando un portazo.
La perra, con el rabo entre las piernas se escondió debajo de la cama.
Pedro llegó al trabajo y Reinaldo, su jefe, le acompañó hasta su nuevo despacho. Bajaron al sótano, una mesa pequeña e hinchada de humedad, escasa luz, sin teléfono. Le hizo sentarse en el suelo, aún no había llegado el nuevo mobiliario. Le ordenó que se ajustara una argolla anclada en el suelo al tobillo y se marchó con las llaves de la casa y el coche de su empleado. Pedro se quedó en la penumbra mirando a la pared con los ojos muy abiertos y aterrorizado.
Reinaldo condujo el coche de Pedro hasta la casa de éste. Fedra apenas ladró al oir la llave en la puerta. Reinaldo entró en la casa.
-¿Laura?
Un sollozo le condujo hasta la cocina y vio a Laura sentada en el suelo, desnuda, temblando, con la cara entumecida de llorar. Se asustó al ver al hombre agacharse, cogerla de los hombros y ayudarla a levantarse.
-¿Quién...? -logró decir Laura.
Reinaldo la liberó del collar y la ayudó a vestirse y a entrar en calor. Ella siguió llorando hasta que se tranquilizó en brazos de Reinaldo. Llamó a Fedra, le puso la correa y la sacó a pasear. Al cabo de un buen rato, Laura arrastraba a su perra Fedra de la correa hasta su casa. Reinaldo estaría levantado y esperándola... su respiración se aceleró...
Paseo rápido - fotografía retocada |
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