Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

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viernes, 8 de noviembre de 2019

Negra es la noche

El 14 de abril de 1971, teníamos 11 años. Eran las nueve de la tarde en la finca que tenían tus padres en las afueras de la capital, en pleno campo. Las plantaciones de tomates, alcachofas y cebollas rodeaban la finca.

Tu madre le describía entre lágrimas esa misma noche a la policía la ropa que llevabas puesta.

A mí no pudieron sacarme ni una sola palabra. Estaba en shock, con las pupilas dilatadas, la respiración acelerada, y quemaduras en las manos y en la cara. Solo acertaba a señalarles el cielo cuando me preguntaban por ti.

Nadie me creyó entonces y pasados cincuenta años ni yo mismo creía ya que hubiera pasado, hasta hoy.

Reconocí tu voz en mi cabeza, la misma que tenías de niña. Me confirmaste que lo que recuerdo de aquel día es cierto, que jugamos a El Escondite y yo debía descubrir tu escondrijo. Que te habías ocultado en la cebollera, junto a la acequia, y cuando me acercaba sigilosamente, un poderoso haz de luz atravesó el techo de la alargada estructura.


Negra es la noche - ilustración digital
Te estabas elevando como una paloma, con los brazos extendidos y me viste mirándote pasmado. Grité tu nombre y corrí hacia ti. Salté y alcancé a agarrarte de una pierna. Un intenso calor me levantó la piel de las manos y de la cara, cegándome. Seguí gritando hasta que caí sobre el campo de cebollas desde donde vi tu ascensión estupefacto, hasta perderte de vista.

En todo este tiempo de reflexión se me han pasado infinidad de ideas alocadas por la cabeza. He pensado que quizás tú no eras humana y vinieron a rescatarte, o a comprobar la evolución de tu ADN mixto, o que los anunakis se habían fijado en esos inmensos ojos tuyos, brillantes, ilusionados, alegres y querían copiarlos, crear nuevos seres así como tú, de ojos profundamente bellos.

También pensé que quizás no fue cosa de alienígenas, sino el mismísimo dios creador quien te capturó, o que eras un ángel caído por accidente y recuperado a toda prisa en una misión de rescate suicida... o que creíste que era buena idea esconderte en algún lugar del Universo donde me fuera difícil hallarte y así ganar el juego... (aquí he tenido que dejar de escribir esto para tragar saliva y contener la emoción)..., y si es así, si tanto lo deseabas ya te aseguro yo que has ganado, que puedes volver cuando quieras y así seguiremos jugando como dos niños.

Pero permíteme que hagamos una mínima variación: cambiaremos el juego de El Escondite por el de La Oca. Y en cada tirada de dados nos besaremos tantas veces como el dado nos sugiera, y en cada Puente que nos lleve a la Posada recuperaremos el tiempo perdido, y nos amaremos deprisa, y despacio, y deprisa. En el Pozo, en el Laberinto y en la Cárcel, haremos del amor una novedosa entelequia hasta que la Calavera nos devuelva al principio de todo, a cuando nuestras caras infantiles se miraban fijamente y parpadeábamos sueños con cada latido.

Autor: Raúl Tamarit Martínez



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