Bien ve ni dooooooooooossssssssssssss

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domingo, 17 de noviembre de 2019

Reencuentro

La cafetería estaba casi vacía.

Fuera, no dejaba de llover.

Él había estado esperándola sentado en la barra, dominado por una inquietud que no podía controlar. En algún momento pensó que había sido una mala idea haber quedado con ella. Temía decepcionarla. Pero cuando la vio entrar en la cafetería y plegar su paraguas, fue a su encuentro libre de preocupaciones.

Al verse de frente, se apoderó de ellos un abanico de sentimientos y emociones que les empujó a darse un abrazo inmenso, tan intenso como lo eran veinte años sin saber el uno del otro.

Se sentaron junto al ventanal que daba a la calle. El camarero les sirvió un par de cafés humeantes.

El Tiempo parecía haberse doblado sobre sí mismo para llevarlos en volandas al pasado y hablaron sin parar durante horas con el ruido de fondo del chaparrón.

Una pequeña lámpara de tungsteno les amarilleaba la piel y sacaba brillos nostálgicos de sus ojos. Rieron de los momentos vividos cuando fueron novios. ¡Hace tanto tiempo! Se ruborizaron al recordar algunos instantes íntimos que aún vibraban con magia en su memoria.

Las carcajadas dejaron paso a sonrisas de satisfacción. Volvieron a sintonizar como en el pasado sintiendo la fuerza de aquella energía que les envolvía cuando estaban juntos y que jamás habían sentido con nadie más desde que sus vidas se bifurcaron.
Reencuentro - 29,7x21 cm
Lápices pastel sobre papel Canson negro

A pesar de que ambos habían formado una familia y sus vidas discurrían con normalidad, no pudieron reprimir los mensajes que sus cuerpos empezaron a emitir.

El temporal fue amainando y decidieron salir a pasear internándose en un camino junto a un parque sin perder de vista las luces de la ciudad.

En algún momento sus manos tropezaron y él la atrapó con suavidad, casi con miedo. Ella se detuvo y le miró fijamente a los ojos. Un trueno explotó sobre sus cabezas y la luz del relámpago les iluminó el rostro bajo el paraguas roto por el viento. Él miraba hipnotizado cómo una ráfaga de lluvia zarandeaba su cabello, y cómo las gotas le corrían por la cara y pendían temblorosas de sus labios entreabiertos. La pasión electrificaba el aire más que la tormenta, y se fundieron en un beso que parecía estar preso desde hacía siglos.

Para cuando despejó, él estaba abriendo una carpeta en su ordenador en la que dormitaban antiguas fotografías que ahora aceleraban su corazón, y ella, cenaba en familia, sonriendo las ocurrencias de los pequeños mientras mordisqueaba una endivia con la mirada ausente, la mente aún perdida bajo la intensa lluvia, y el cuerpo temblando como una hoja entre los brazos de su primer amor.

Autor: Raúl Tamarit Martínez





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