Ilustración: Esperando la barca-29,7x21cm-Pastel |
Rosa continuaba de pie junto a la orilla, donde el mar le lamía los pies.
Durante la tarde fueron llegando otras barcas. Las demás mujeres y los niños revoloteaban por la playa como un enjambre, mientras ella se impacientaba. Los bueyes arrastraban las barcas adentrándolas en la arena y hora a hora la playa se quedaba desierta.
Le preguntó a unos y a otros, pero ninguno pudo darle noticias que la calmaran.
El aire se movía más rápido y las ráfagas de arena le cerraban los ojos.
Cuando la luna era la única fuente de luz, a Rosa le empezaban a fallar las piernas.
Quizás se habían perdido, o un mal viento los había arrastrado mar adentro. En todo caso, confiaba en la experiencia del esposo para cuidar de su hijo que le acompañaba por primera vez en aquella jornada de pesca.
Como una sombra, una amiga se acercó a ella, la cubrió con una toca y se la llevó a casa. Ahí en la playa no había nada que hacer, y a la luz de una vela, en el comedor de su casa, también se podía rezar.
Autor: Raúl Tamarit Martínez
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