45 minutos-21x29,7cm-Dibujo pastel blanco (inspirado en fotografía de Brassai) |
Eligieron aquella esquina de la calle para citarse porque fue ahí donde sus manos se reconocieron en la intención de tocar las mismas flores. Justo donde ahora, el destino se retuerce entre las sombras y la luz se escabulle por las grietas de aquella amarga noche.
Viviane se estremece mientras espera a Laura. Oye pasos al fondo de la calle y observa con nerviosismo, pero el eco desaparece. Cuarenta y cinco minutos. Aparecerá. Le prometió que vendría. Aún le quedaba una oportunidad. Da una calada al cigarrillo y echa la cabeza atrás. Ve un reflejo en los límites del cielo que sobresale de la miseria.
Laura aparece tras ella, silenciosa como una voluta de bruma. Se miran atentamente a los ojos. Apenas reconocen en ellos a las personas que eran cuando se conocieron.
Laura toca con delicadeza la mano de Viviane hasta que la suelta abruptamente. No quería mostrar debilidad. Debían despedirse para siempre. Pero Viviane la arrastró hasta la zona en sombra y la besó con desesperación. Laura la apartó:
-¡Basta! -Sacó un espejito del bolso y se limpió los rastros de pintalabios con un pañuelo. Viviane sollozaba.- Ni se te ocurra aparecer de nuevo en mi vida. -se ajustó el sombrero y echó a andar a toda prisa calle arriba sin mirar atrás.
Viviane, apoyada en la persiana de la floristería, logró recomponerse. La frustración la consumía. Guardaba una ínfima esperanza de que Laura reconsiderara su decisión de casarse con aquél hombre rudo pero adinerado, a pesar de que le provocaba asco.
Respiró profundamente antes de arrastrar los pies calle abajo. Sus hijos y su marido estarían preocupados por ella. Al menos, le quedaba eso. El amor de su familia. Aunque esa noche, sin la más mínima duda, los habría sacrificado sin parpadear a los pies de su amada.
Autor: Raúl Tamarit Martínez
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